jueves, 19 de marzo de 2015


Me paro, te miro y penstañeo tan deprisa que te creo pasado. Un fotograma antiguo donde no se escucha nada, solo tu risa  en mi cabeza y millones de imágenes fragmentadas en un microsegundo. Luego me regalas un sonido en forma de caricia y despierto, vuelvo al mundo y comprendo que no eres pasado sino vértigo y expectación al mismo tiempo, difícil combinación de sensaciones... Vida. Y te paras, me observas, pestañeas, como queriendo ver tu película en mis ojos, como leyéndome en pasado y preguntándome en futuro si el presente merecerá la alegría. Si tú y yo somos más que todo esto... Menos que todo esto... Y yo, ya sabes, me paro, observo, pestañeo y temo no huir en el próximo vuelo con destino ninguna parte, para acabar encontrándote de nuevo en ciudades perdidas, para perderme en lugares que me sé de memoria, para volver a volver sin más razón que tus manos.
Y ahora, aquí, con el puño por corazón del anterior golpe, no sé de vuelos, huidas y regresos, pero de ti... De ti me apetece saberlo todo.

jueves, 29 de enero de 2015

Guion

Esto debe ser cosa del tiempo. Y el espacio. Me repito.
Los sueños son tan pesados que parecen verdad y yo me esfumo como si no fuese nada de esto. Extraña sensación la de volar con los pies en el suelo. 
Es complicado. 
Todo es complicado y aún sigo existiendo. 
-Continúa durmiendo como si nada-
Algo aparece y me hago la loca. Miro hacia tus ojos haciéndome la desinteresada. Ahora las cosas funcionan así. No sé de qué pie cojea cada una de tus miradas pero me lanzo hacia otro vacío que no esté lleno de interrogantes. Te cuestiono y me desvistes. 
Corres como si te persiguiese alguien, como si te esperase yo al otro lado de la calle.
-Pausa para coger aire-
Sigo mis pasos hacia atrás y de nuevo soy la de hace diez años. Lloro desconsolada frente a la idea preconcebida del yo que debía ser. Espejos que deforman el alma. Nadie me mira por encima del hombro. Pruebo un café y me hago la víctima constante de mí misma. Soy quien quiero dentro de diez años. 
-Salgo del escenario-
No consigo ver nada más que un punto de luz a lo lejos. Me guío por lo que parece el ruido de un aleteo. Quizá sea yo misma autoengañando a mi cerebro... venga, dejemos de pensar en eso. 
Susurro algo en la mente de otros que me pueden estar escuchando. Escribo y atino con un papel arrugado en una mente vacía, perdone... no son más que unas líneas torcidas. Vaya... ni si quiera se había percatado. 
El eco retumba entre las paredes de esto que parece mi cuarto. No tengo espacio para deshinchar el pecho y ya estoy cogiendo aire de nuevo. Me asfixio en silencio. 
El pálpito de mi propio corazón anula el sonido del teclado. Sí, yo escribo a ordenador porque aquí no son visibles mis tachones. Cada uno se engaña como quiere frente a una pantalla. 
Sigo callada como si todo. Como si nada.
-Cambio de escena-
Ayer descubrí que da igual de dónde seas, a todos nos mueve lo mismo, la cabeza, los pies o las ideas. 
He encontrado algo mejor que hacer. Dedicar la vida a mirar por la ventana nunca detiene el tiempo, solo lo hace más lento. El frío emborrona las letras que escribo en los cristales del baño, o tal vez seas tú que te has cansado de leerlos. Yo solo finjo que lo primero. 
Martilleo despacio un cuadro en la pared y queda torcido. Me gusta pensar con la cabeza ladeada. (Qué pesada... siempre mirando el lado positivo) Sonrío. Joder, para una vez que lo hago y nadie me ha visto. Inmortalizo este momento y comparto la foto con todos los que fingen ser amigos...Déjame que te cuente una mentira... bueno, mejor otro día. 
-Se cierra el telón. Fin de la partida-

lunes, 12 de enero de 2015

Subía de dos en dos los ventiseis escalones que había hasta el último piso de la casa, abría con cuidado el picaporte redondo y dorado, que siempre se resbalaba por llevar las manos mojadas. Pasaba a hurtadillas por la habitación, el suelo de madera chirriaba a cada paso que daba. La penumbra de aquel cuarto me asustaba, veía sombras pero ninguna me hacía retroceder. "Vamos, tienes que volver a hacerlo" me repetía. Caminaba con tanto cuidado que solo escuchaba el fuerte latido de mi propio corazón.
Llegaba a la pared donde soplaba la capa de polvo que intentaba esconder un baúl oxidado, subía lentamente de rodillas y me ponía de pie, al principio de puntillas, más tarde dejó de ser necesario. Tiraba de una anilla para poder levantar la tela opaca que me privaba de aquel espectáculo tan ansiado.
Lo que después veía me hacía volar de aquel lugar durante al menos unas horas. La magia de aquel momento no lo creía comparable a ninguna otra cosa, sería capaz de cruzar el cielo mil veces solo por volverla a ver. No creía en los dioses de los que tanto me hablaban, no creía en los adultos ni en los niños, no creía en los deseos ni en los reyes magos. No creía ni la mitad de lo que veía. Pero lo que tenía ante mis ojos era real, como el sol que asomaba bajo la persiana por las mañanas. Y yo lo sabía. Dejaría de dormir cada noche solo para volverla a ver.
Toqué el cristal como queriendo tocarla a ella, cerré los ojos con fuerza y sonreí, "algún día..." me repetía.
Ojalá hubiese escuchado a ese niño más alto, ojalá hubiese vuelto a ir cada noche a encontrarme con ella, ojalá no haber faltado a mi cita aquel día.
Me cerraron las puertas de mi cielo para abrirme los ojos al mundo y dejar de ver cosas en las que solo yo creía. Me negaban la existencia de magia por allí arriba. Aseguraban que las sombras que yo veía eran viejos objetos que no servían. Al principio lloraba lágrimas de rabia, después vino la decepción y el dolor de perder aquello que más quería. Me robaron la sonrisa con la misma facilidad con la que me abofetearon a golpes de realidad. Tapiaron las ventanas al mundo. Me hicieron mirar por unas gafas que no me servían.
Pero acabé cayendo. Las fuerzas me hicieron creer que me inventé aquello que años atrás veía, me ataron manos y pies a unas creencias que no eran las mías. Me secuestraron los ideales. Y yo me perdía...
Ahora han pasado quince años y escribo esto desde el último de los ventiseis escalones que suben hacia mi vida, no tengo el valor suficiente de girar el picaporte. He conseguido volver para comprobar que era yo mismo el que mentía. Lo hago, se me resbala de nuevo en la palma de la mano, los nervios me delatan. Abro la puerta y chirría. Todo tal y como recordaba, el suelo de madera y las sombras tras cada esquina. Camino despacio, que nadie escuche que el polvo y el pasado se están mezclando en esta habitación. Veo el baúl y lo aparto, me agacho y sonrío, el paso del tiempo cambia algunas cosas.
Entre el índice y el pulgar sostengo la anilla de la tela opaca que me separa de mi pasado y mi futuro.
Me detengo, con el corazón desbocado. No sé qué pretendo encontrar, si la realidad de haber sido engañado o en cambio, la mentira de que me hayan dicho la verdad. Tomo aire y aprieto los ojos "vamos, tienes que volver a hacerlo" y al abrirlos descubro, de nuevo aquella maravilla, toco con los dedos el cristal, de nuevo. Se me empañan los ojos... "Ya eres mía"

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Seguir.

Hay sonrisas encerradas en cárceles, entre las verjas del tiempo que todos nos empeñamos en pintar de colores vivos para no morir. La muerte del alma, debería llamarse.
Hay sonrisas que se empeñan en salir de cada escondite donde habitan adormecidas, esperando una llamada de auxilio. Alguien que aún las necesite. 
Hay sonrisas que se merecen no existir. Y existen. 
Hay sonrisas calladas, entre gritos de aspereza, buscando entre cubos de basura algún sentimiento que no tenga nada que ver con todo esto. 
Hay sonrisas baratas, que se venden a la primera de cambio. 
Hay sonrisas tan bonitas que duelen, y no me incluyo en este sector, pero a veces se me vuelca el corazón al recordar la tuya aquella tarde...
Hay sonrisas que huyen, creyéndose incapaces de llegar a la altura de unos ojos que lo dicen todo.
Hay sonrisas que gritan como queriendo no decir nada. 
Hay sonrisas que, calladas, dicen más que cualquier lengua bien entrenada. 
Y luego estás tú. Que te empeñas en buscar aquello que no sabes si existe, que los casos pedidos han dejado de serlo hace tiempo para pasar a ser, simplemente, olvido, que habitas en lugares donde ojalá hubiese al menos soñado estar. 
Ojalá me entiendas cuando digo lo bien que te sientan algunos verbos, que yo aún sigo buscando mis pretéritos perfectos con complejo de futuro. Que callo cuando no debo, y que callada, aún callada, sigo corriendo detrás de lo que creo distinguir como un destello. 
Que ojalá no entiendas nada, y me quede expectante de ganas por confirmar, una vez más, que mucha letra y poca labia. Que no sé ni la mitad de la mitad de la mitad de lo que sabré mañana, y menos mal. Que me han hecho falta tres piedras para darme cuenta dónde cojones andaba el camino... que he tenido que desandar tanto que me perdí. Y me encontré al cabo del tiempo... 
Buscando tu sonrisa de nuevo. 

sábado, 22 de noviembre de 2014

Ángeles.

Aquel día todo estaba oscuro, incluso sus ojos que se tornaban azul cielo cuando creía ver un espejismo. Yo le miraba incrédula, sin dejar un solo detalle sin digerir.
Entornaba los ojos y me preguntaba cuestiones que nadie debería plantearse, yo contestaba como si ya lo hubiese hecho antes.
Ladeaba ligeramente la cabeza intentando entender, pero miraba hacia otro lado deprisa, quién sabe si la dirección de su cabeza no le influía a la hora de prestar atención a mis palabras.
Yo continuaba, regalándole esa atención que pedía a gritos y nadie le daba.
Me afirmó que no le gustaba la música clásica que sonaba y yo con una sonrisa expliqué que a mí me relajaba. Y al resto de niños que dormían en aquella habitación.
Me dijo que le gustaba tocar la batería y el rock.
Le pregunté si conocía a Beethoven. Negó con la cabeza y escuchó.
- ¿Sabes que se quedó sordo? Componía música con la vibración de su piano.
"Oh" contestó alzando las cejas, como siempre mirando hacia otro lado.
- ¿Y por qué no le curaron?
- Supongo que no se podría curar.
- Así que... Era una enfermedad de las difíciles. - Sonreí para mis adentros, qué sencillo lo describía.
- Sí, algo así.
Nos quedamos en silencio. Él miraba a cualquier sitio en el que ni si quiera me había percatado. Yo le miraba a él, en el que nadie se había percatado.
Seguramente si se lo contaba a quien decía conocerle no me  creería, con lo que él era... Ese niño que nadie es capaz de hacerse con él.
Y en dos minutos se había hecho conmigo...
Saqué el teléfono y marqué letras al azar queriendo contestar algo coherente.
Respiré.
- ¿Y los niños por qué se duermen?
- Son pequeños.
- Voy a despertarles - Tomó aire
- Espera, ¿me ayudarás a hacerlo luego? Pobres, que están cansados ahora y tienen sueño. - Pareció convencido.
- De acuerdo.
- Mi color favorito es el marrón, como el barro. - Me reí y me miró sin entender nada.
- Pues el mío el naranja.
Cuánto le admiraba, decía y hacía lo que sentía... Qué privilegio tan mal valorado.
De nuevo miré al teclado.
- ¿Con quién hablas? - Me sorprendió distraída.
- Con mi madre - no mentía - ¿sabes qué pasa? - Me miraba atento, como intentando ver más allá de mis ojos, ni si quiera pestañeaba. - Mi abuelo está muy malito en el hospital - me arrepentí en seguida de aquel diminutivo, pero ni yo era capaz de decirlo de otra forma en voz alta.
- ¿Se curará?- Contestó.
Negué con la cabeza, - No lo creo. - Se me encogió algo en el pecho.
Se detuvo el tiempo, él movió los ojos hacia el cielo y luego a un lado se detuvo. Me quedé callada. Giró la cabeza y se topó con mis ojos, tal y como buscaba, los entornó y en un suspiro pasé a escuchar el mejor "lo siento" que jamás me dirían.
- Así que es de las difíciles...
Y ya pude llorar tranquila.
Joder, la vida... Qué maravilla...

jueves, 20 de noviembre de 2014

Un día cualquiera

¿Alguna vez os habéis sentido realmente libres? No hablo de la libertad que aparentan unas cadenas cortadas, ni la que nos venden al llenar los pulmones de aire al pisar el campo.
Hablo de la libertad del cuerpo y por lo tanto de la mente, de la libertad de estar solos. De la libertad de poder serlo con alguien.
Lo siento, eso no existe, nadie corre la cortina de la ducha y piensa "hoy mi físico no me podría suponer una barrera en mi vida para nada", nadie se prepara un café y echa sacarina en lugar de azúcar por voluntad propia, y no hablo de querer, hablo de imposición tras el argumento de "estar saludable " hablo de anorexia bajo el pretexto de "las chicas del anuncio" hablo de enmascarar el problema y poner flores alrededor de la verja.
Una mujer se pone rimel frente al espejo y su hija desde el suelo mira desconcertada para qué servirá eso, que ella lo único que quiere ahora mismo son alas.
Siempre ahogamos las penas en el gintonic de mañana, nos creemos felices por ser capaces de publicar tu vida social en las redes que dicen serlo.
No entendemos que el "ahora" es ya.
Nos comemos la cabeza y no la boca a nosotros mismos. Nadie va a querernos así... Y menos mal, por lo visto. Si quieres un trabajo bien hecho... Ya sabes. Pero para follar siempre harán falta dos.
Que yo he venido aquí a quitarme la máscara, a gritar que igual que tú yo tampoco soy libre, pero al menos lo intento, que una N o una M en tus zapatillas no me dicen nada si no sabes caminar para conseguir lo que quieres. Que una manzana mordida no te va a hacer hablar más con la persona que tienes enfrente. 
Que lo que hagas, siempre de dentro a fuera y lo que pienses de fuera a dentro, no me malinterpretes, solo te aconsejo que como actúes no sustituya a como pienses.

martes, 18 de noviembre de 2014

N2

Tuve la incesante necesidad de mentir al verte, fue una extraña sensación que duró un parpadeo y me olvidé de mirarme.
Me desarmé por completo y dejé mi parte oscura bajo la almohada, a ver si con suerte algún sueño se la llevaba en un descuido.
Arriesgué todas mis fichas a una sola carta. Solo tenía una oportunidad de salvarme.
Salió cara. La cruz la tenía a la espalda.
Me miraste de tal forma que tuve que girarme. Vaya vendabal de miedos se arremolinó en la acera. Nada comparado con lo que había aquí dentro.
Era o matarme o morir en el intento. Nunca fui de dejar las cosas a medias por propia voluntad. Giré la ruleta y sin mirar disparé.
Se acabó el juego. Con las manos llenas de sangre observé mi herida. No andabas por allí, ni tú ni nadie que fingiese tener tus ojos.
Sonreí. El corazón estaba a salvo esta vez. Y tú no tenías nada de qué preocuparte.
Y aún sigues mirando hacia atrás por si te sigo.  De verdad, ahora te confieso que nunca llegué a entenderte. Joder, que llevas un vestido muy corto para ese par de ideas que te están creciendo. Por eso me tengo miedo. Guárdame el secreto, escondo las balas entre la ropa interior, por si acaso te veo y no tengo más opción que quedarme.
Ojalá te vuelvas a cruzar por delante y acabe de una vez conmigo. No tengo ganas de seguir jugando a este juego.
Ya es tarde.
Quítate el vestido.